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Andrés Petro

Psicólogo, colombiano y pensante de existencia, mi vida siempre se repartió entre la cotidianidad normal de un niño que pasa a ser adolescente y, luego, adulto, y la labor política tanto de mi padre como de mi madre. En esa relación entre ambas dimensiones de mi vida, que, a veces, confluían y, otras, se disputaban, fue creciendo una tercera que se alimentaba de ambas sin producir más conflictos que el de la leve vergüenza de tener una afición tan alejada de lo estándares sociales en Colombia: la escritura. 

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A lo largo de mi vida he alimentado esa afición desde que aprendí a escribir. Empecé con poesías de contenido poético típico de infante, llegué a cuentos desastrosos plasmados en el papel gracias a una máquina de escribir que, desafortunadamente, se perdió en algún punto de nuestras vidas, regresé, en la adolescencia y a causas de las dolencias típicas de esta etapa, a la poesía hasta que, siendo ya un joven adulto, me alejé de ella casi por completo para escribir cuentos y alguna que otra novela (o sus inicios) que no han podido ver la luz pública.   

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Escribía bajo la sombra de una pantalla, sin que muchas personas lo supieran ya que era consciente de que sería una pasión poco apoyada y, en efecto, los comentarios que hacen alusión a la futilidad de la misma no se hicieron esperar una vez que el qué dirán dejó de tener mayor importancia. Pero el qué dirán suele ser efímero si la convicción es fuerte, así que en paralelo de mis estudios en psicología, decidí pulir de manera académica mis habilidades en la escritura. Así que realicé un programa corto, un diplomado, algún curso en escritura creativa y, ya viviendo en Canadá, decidí que escribir era a lo que me dedicaría e hice una maestría en escritura creativa.

 

Luego de esos estudios el siguiente paso era lanzarme al agua, y eso es lo que hago con este blog, lanzándome al agua. Ya ustedes me dirán si he de ahogarme o aprenderé a nadar las aguas de esta profesión.  

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Sobre la Distimia

Image by Renzo D'souza

 

La distimia es una palabra bastante joven que no ha logrado salir del ámbito en el que fue usada desde que James Kocsis la contruyó, en los setenta, apareando el "dys", malo, con el "thymos", humor, para nombrar un tipo de depresión de síntomas más leves, aunque más duraderos en el tiempo. Tan duraderos como el tiempo de una vida. Hoy en día, sin embargo, en su mismo ámbito la palabra ha empezado a agonizar, pues ya no se habla de distimia sino de transtorno depresivo persistente. El gran peligro de esta condición no son sus sintomas, sino su cronicidad, pues pensar que se tiene personalidad melancólica, que se es un alma vieja, o un desencantado de la vida, es mucho más fácil que aceptar el padecimiento de una condición que puede ser solucionada.

 

Pero, ¿qué conlleva la distimia en términos de la definición para la que fue creada? Conlleva a la tristeza, a la ira, a la nostalgia, a la soledad, al displacer,  al isomnio, a la desesperanza, a la futilidad, al cansancio, al vacío existencial, al desamor, al desamparo, a la autodestrucción y, también, me gustaría agregar sacándola del ámbito psicopatológico, a la belleza. Y ello no es solo por su sonoridad, sino puesto que conocer y haber sufrido por todas esas sensaciones y emociones abre, indudablemente, la puerta a todo lo opuesto  que, al no ser lo habitual, maravilla. La ilusión, la alegría, la tranquilidad, le serenidad, la compañía, la amistad, el amor, el anhelo, la esperanza, maravillan a quien ha vivido lo contrario.

 

El resultado de ese diálogo entre padecer y disfrutar la vida no es la aniquilación de una de las partes ni el deseo de que una de ellas no se vuelva a presentar, sino el asombro por vislumbrar, no lo bueno y lo malo del existir, sino el misterio de la condición humana en su globalidad. Y es que, en lo personal, la idea no es econtrar algo como la facilidad, sino hallar respuestas que puedan  explicar el existir. 

  

Cuántas preguntas por responder y respuestas por conquistar. Cuántas contradicciones que se pueden generar, algunas, tal vez, sin soluciones posibles y otras, tal vez que se puedan complementar. Y de ello es de lo que se trata, para ello es que decido pedir prestada de su definición a la distimia,  para entrar dentro de la oscuridad del laberinto del ser y concluir, incluso si no hay salida, que en él también podemos atravesar senderos de luz y de pura luz.

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